miércoles, 12 de noviembre de 2008

Lámina

¿El nombre de la máquina? ¡Ja! Se llamaba igual que tú Jarvis Kemp, pero lo escribíamos así: Jar Bis Kemepe “la trituradora de aburrimiento”.
Y tiene un botón como los de las licuadoras, amarillo, cuadrado, grande... ¿te acuerdas? en ella Xacca hacía su licuado de melón mientras Nearco cuidaba que nadie fuera a descubrirlos ¡tiempos dorados! ¿no lo crees? Luego todos nos volvimos malos, crecimos y acabamos aquí... pero el murmullo de Itsván está burbujeando en el centro del laberinto, como un suspiro de hada viene seguro e invisible hacia nosotros…
¡AAAAhhhhhh! ¡Despierta! Odio que me contagies tus sueños. Dime ¿qué tiene de guapa esa enfermera? ¿No te parece que le sobra de todo por todos lados? ¡Claro, entiendo, eso es lo que le miras! Mi padre era igual….
Y… ¿Por qué te pegaron? ¿de quién era el expediente?
“Eso te pasa por chismoso” habría dicho mi hermana Emma ¿ya te conté de mi hermana Emma? Igual hasta la conociste, era una pecosa con trenzas envueltas en listones que siempre se peleaba con las demás niñas por el último pedazo de pastel, me acuerdo que una vez hasta se armó un duelo de insultos entre ella y otra, una muy mala… seguro de esa sí te acuerdas, usaba un vestido verde limón con holanes blancos ¡tan presumida la escuincla! ¿no crees que se parece a alguien? A mi sí, pero sería un suicidio decirlo aquí ¡Ja! Mejor luego, si salimos algún día, lo gritamos en el Cañón del Dragón de las Puertas Selladas ¡siempre he querido hacer una fiesta ahí!
Pero ya me voy, me voy… divago demasiado y no sé si bien, tú pones cara de que me consideras una sin razón y sin razón me haces sentir. En realidad sólo venía a contarte que Xacca se escapó de su celda y dicen que te busca. Ojalá que no te encuentre Jarvis, y no por ella, tú sabes que ella no te dañaría ¿o sí? Quizá al verte recuerde lo que olvidó… ¿te imaginas? Pero no, sería raro, ella no es tan lista, y además seguro que de acordarse se asusta como cuando era niña y se pone a berrear como becerro… ¡Ay cómo lloraba! Aún me resuenan sus gemidos en la cabeza, eran tan chirriantes, como si tuviera la garganta hecha de fierros oxidados.
Pero te decía ¡qué no te encuentre! Los que vienen detrás no se detendrán ante un enfermo… ¿te imaginas a Nearco en esta habitación? ¿a los novatos entusiastas que sólo desean ser igual de hábiles que él? Que Helga te salve de que se arme una campal aquí ¡ja! Porque morirías ¿sabes? Morirías como un tonto… y ahora que empiezas a olvidar todo no tendrás tiempo siquiera de reconocer entre los que peleen quiénes están de tu lado y quiénes no.
No Jarvis, las cosas se pusieron muy mal estas semanas ¡mira nomás cómo quedaste! Y tus aliados ¿han venido a ver por ti? No… ni lo harán. Así que mejor levántate de esa cama y escóndete en algún lado, sí, aunque ya no puedas ver a la enfermera, aunque te duelan los músculos, los huesos y los ojos, aunque te desangres en el arrastre… aunque… ¡Basta! ¡Basta! Me está dando de nuevo, me da, ay, me da… ¡Ayúdenme! ¡Ay me muero! ¡Ay!
La lámina de hielo desde la que aquella mujer hablaba, sobrepuesta en el tragaluz que alumbraba el cuerpo molido de Jarvis Kemp, se hizo trizas tras el golpe certero de la enfermera y se derritió en un instante. La enfermera, muy mona, muy sonriente, escondió la macana a su espalda y lo miró con ternura…
-- Es hora de su desayuno Señor Kemp ¿qué prefiere para esta mañana? ¿Café o té?

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